sábado, 23 de enero de 2010

Una Historia de Amor

Debe ser tarde cuando despierto, siempre es tarde.
Tú también estas despierta. Abres la contraventana y el sol entra a raudales, joder, me dejas ciega y olvido que sonríes.
Me desperezo densa, cansada, con resaca, de mal humor.
Me buscas y te abrazas, calor y huesos, me haces cosquillas con tus besos.
Me revuelvo, odio las cosquillas. Aún me abrazas, me dices chorradas al oído, sonrió, me giro y te beso, me besas dulce, nos revolcamos un rato. Qué guapa estas al despertar.

Cuesta moverse, hace frío. Deben ser las dos. No quiero pasar el día en la cama.
Me entra agobio. Me gustaría hacer algo, no sé bien que. Te gruño, solo quieres estar conmigo, el resto te da igual. Me estresa. Me pongo nerviosa, me libero de tu abrazo esquiva y huyo camino al baño, a la cocina.
Me restriego los ojos mientras meo, no deberías estar aquí. Me quedo un rato sentada sin pensar en nada, pensando en todo, buff, me estoy cruzando.
Noto el estomago vacío, ayer me salté la cena con la caraja y me lo esta recordando.
Mejor me tomo algo a ver si me cambia el humor.
Me arrastro inquieta hasta la cocina, abro la nevera y siento vértigo al contemplar su interior, al menos queda leche. Y pan. Estoy en las últimas y no tengo un pavo, siempre igual, qué bajón.
Me siento a mirar el cielo mientras se hacen las tostadas y se calienta la leche, hace un día estupendo, menos mal. No te oigo hacer ningún ruido, me tranquiliza tu invisibilidad. Aprovecho para perderme un rato en mi misma.
Cuando vuelvo a mi habitación te encuentro tumbada mirando el cielo y fumando,
me molesta el humo y no sé ni como te lo suelto brusca justo cuando te giras y me clavas tus pupilas con amor, veo como se apaga tu sonrisa, siento tu punzada de dolor y me incomoda.

Me siento a tu lado y te acerco el café. Te repones guerrera, me besas en la cara, me acaricias el pelo, te paso las tostadas. No tengo muchas ganas de comunicarme así que enciendo el ordenador y pongo algo de música. Se que sientes mi frialdad, trato de huir de nuevo.
Desayunamos. Recupero algo la calma pérdida entre mis cosas hasta que me abrazas por la espalda, me siento invadida y doy un brinco. De nuevo reacciono mal, me oigo llamarte -pegajosa-. Debería estar sola.


Te levantas y me abrazas, te aparto mecánica. Te pones seria, me tenso.
Terminamos de desayunar. Siempre haces lo mismo cuando crees que me he enfadado, me preguntas y tratas de hacerme sonreír. Me pone nerviosa, me tensa. Mejor nos vamos a dar una vuelta y tomamos algo. Me lío un porro antes de arrancar.

Anoche no habíamos quedado y apareciste de pronto, mientras nos vestimos me lo recuerdas.
Me bufo. Lo veo venir. La misma charla de siempre, la misma discusión.
Estoy harta de esta mierda, es mi vida y hago lo que me da la gana con ella, no tengo que darte ninguna explicación. Pones tu puta cara de pena y me vuelves a preguntar lo de siempre. Me aburres. No puedo más con este rollo. Lo que más me enfada es que llevas razón aunque ni yo misma lo quiera creer. Se me va la cabeza.

Comienzo a gritar enloquecida y sorda. Descargo toda la mierda que me esta ahogando, la frustración, la rabia sobre tí. Me miras incrédula, confusa. No soy consciente de la ira que estoy soltando. Veo como se te desencaja la cara, me da igual, sigo escupiéndote mi dolor. Tratas de acercarte, de tranquilizarme, de razonar.
Me ahogo con mi propio veneno, te lo vomito a la cara. Te aparto enfadada cuando me intentas tocar. Te pones nerviosa. Lo que me faltaba, encima empiezas a llorar, no lo soporto. Tú y tu puto chantaje emocional de mierda. Ni me paro a pensar que por alguna extraña razón me quieres, que te estoy haciendo daño. Me enervo aún más, te miro con odio, con asco. -Lárgate ya niñata-!!!

Qué puta mierda. Cuando cierras la puerta de mi habitación estoy llena de furia.
A tomar por culo, me has jodido el día.
Ya no me levanto. Me lió otro porro y me voy tranquilizando según me lo voy fumando, suficiente para diluir, pero la mala leche y el mal rollo ya no me lo quita nadie.
Me entran ganas de llorar. Me enjugo con mi orgullo y te fulmino.

Hago una llamada.
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Cierra la puerta despacio, le tiemblan las manos.
Se sientas en un escalón y llora. Densos lagrimones cosquillean sus mejillas,
se cubre la cara con las manos y fluye rota. Se queda un rato así, hipando y soltando lastre, sorbiendo moco. Pasado un rato se va tranquilizando, cuando se pone de pie dispuesta a escapar de allí aún le palpita con fuerza el corazón.
Se seca con las mangas de la cazadora y busca las gafas de sol mientras desciende nerviosa, muerta. El dolor que siente no es suyo, no es suyo.

Llega a su casa. El colapso es total.
Se convierte en babosa umbilical, se desequilibra por completo y le absorbe vertiginosamente su propia oscuridad, se abre la caja y le invaden todos los males del mundo. Otra vez.
Ya conoce el proceso, las bajadas, las subidas, la cuerda floja, el vértigo enfermizo, y apretándole el cuello, demente, el terror que le enmudece. Sólo puede digerirlo, llorarlo, intentar escapar, encerrarlo hasta la próxima visita en un lugar muy profundo, volver a caer y finalmente destruirlo. Abrazar el propio caos interior, el más complejo y tormentoso, significa morir en él.

En el mismo instante en que ingiere sus sueños comienza a llover.
Una lluvia suave y cabrona que aún no ha parado, acompañando a sus ojos...



2 comentarios:

HelenLaFloresta dijo...

chiki, a esta "historia de amor" le falta algunos adjetivos... romántica, por ej... o mejor, pantojil...

no puedo no desconfiar del amor-pulpo, o mejor,como tú bien decis, el amor-babosa-umbilical. amor dependiente y desgarrado que aboca irremediablemente al chantaje emocional.. eso duele mucho..mejor abrir los ojos que el corazón.. sobre todo, cuando el corazón está dispuesto

besos con un poquito de sol k me guardé del verano

mery dijo...

el amor tiene momentos en los que elije ser ciego.
Me pregunto donde están los limites? o si te das cuentas de los limites ya cuando no hay amor.
me encantó leerte
besos guapa
nos vemos este finde